sábado, 11 de marzo de 2017

Frontera....

Textos objeto de discusión:

soneto VII (completo), de Garcilaso de la Vega


No pierda más quien ha tanto perdido;   
bástate, amor, lo que ha por mí pasado; 
válgame ora jamás haber probado          
a defenderme de lo que has querido       
Tu templo y sus paredes he vestido      
de mis mojadas ropas y adornado,        
como acontece a quien ha ya escapado 
libre de la tormenta en que se vido.     
Yo habia jurado nunca más meterme, 
a poder mio y a mi consentimiento,    
en otro tal peligro como vano;            
mas del que viene no podré valerme,      
y en esto no voy contra el juramento,      
que ni es como los otros ni en mi mano. 





Canción del muchacho de siete corazones, de Federico García Lorca


Siete corazones 
tengo.
En el alto monte, madre,
topezábamos yo y el viento.
Siete niñas de largas manos
me llevaron en sus espejos.
He cantado por el mundo
con mi boca de siete pétalos.
Mis galeras de amaranto
iban sin jarcias y sin remos.
He vivido los paisajes
de otras gentes. Mis secretos
alrededor de la garganta,
¡sin darme cuenta!, iban abiertos.
En el alto monte, madre
(mi corazón sobre los ecos,
dentro del álbum de una estrella),
tropezábamos yo y el viento.
Siete corazones
tengo.
¡Pero el mío no lo encuentro! 


Cap. XXII de "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha" (Cervantes)


De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir

Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego1, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia2, que después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho Panza, su escudero, pasaron aquellas razones que en el fin del capítulo veinte y uno quedan referidas, que don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos3; venían ansimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie: los de a caballo, con escopetas de rueda4, y los de a pie, con dardos y espadas5; y que así como Sancho Panza los vido6, dijo:
—Esta es cadena de galeotes7, gente forzada del rey8, que va a las galeras.
—¿Cómo gente forzada? —preguntó don Quijote—. ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?
—No digo eso —respondió Sancho—, sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza.
—En resolución —replicó don Quijote—, como quiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad9.
—Así es —dijo Sancho.
—Pues, desa manera —dijo su amo—, aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables10.
—Advierta vuestra merced —dijo Sancho— que la justicia, que es el mesmo rey11, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos.
Llegó en esto la cadena de los galeotes y don Quijote con muy corteses razones pidió a los que iban en su guarda fuesen servidos de informalle y decille la causa o causas porque llevabanI aquella gente de aquella manera.
Una de las guardas de a caballo respondió que eran galeotes12, gente de Su Majestad, que iba a galeras, y que no había más que decir, ni él tenía más que saber.
—Con todo eso —replicó don Quijote—, querría saber de cada uno dellos en particular la causa de su desgracia.
Añadió a estas otras tales y tan comedidas razones para moverlos a que le dijesen lo que deseaba, que la otra guarda de a caballo le dijo:
—Aunque llevamos aquí el registro y la fe de las sentencias de cada uno destos malaventurados13, no es tiempo este de detenerlesII a sacarlas ni a leellas: vuestra merced llegue y se lo pregunte a ellos mesmos, que ellos lo dirán si quisieren, que sí querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías.
Con esta licencia, que don Quijote se tomara aunque no se la dieran, se llegó a la cadena y al primero le preguntó que por qué pecados iba de tan mala guisa14. Él leIII respondió que por enamorado iba de aquella maneraIV15.
—¿Por eso no más? —replicó don Quijote—. Pues si por enamorados echan a galeras, días ha que pudiera yo estar bogando en ellas16.
—No son los amores como los que vuestra merced piensa —dijo el galeote—, que los míos fueron que quise tanto a una canasta de colar atestada de ropa blanca17, que la abracé conmigo tan fuertemente, que a no quitármela la justicia por fuerza, aún hasta agora no la hubiera dejado de mi voluntad. Fue en fragante18, no hubo lugar de tormento19, concluyóse la causa, acomodáronme las espaldas con ciento, y por añadidura tres precisosV de gurapas, y acabóse la obra20.
—¿Qué son gurapas? —preguntó don Quijote.
Gurapas son galeras —respondió el galeote.
El cual era un mozo de hasta edad de veinte y cuatro años, y dijo que era natural de Piedrahíta. Lo mesmo preguntó don Quijote al segundo, el cual no respondió palabra, según iba de triste y malencónicoVI, mas respondió por él el primero y dijo:
—Este, señor, va por canario, digoVII, por músico y cantor21.
—Pues ¿cómo? —replicóVIII don Quijote—. ¿Por músicos y cantores van también a galeras?
—Sí, señor —respondió el galeote—, que no hay peor cosa que cantar en el ansia22.
—Antes he yo oído decir —dijo don Quijote— que quien canta sus males espanta23.
—Acá es al revés —dijo el galeote—, que quien canta una vez llora toda la vida.
—No lo entiendo —dijo don Quijote.
Mas una de las guardas le dijo:
—Señor caballero, cantar en el ansia se dice entre esta gente non santa confesar en el tormento24. A este pecador le dieron tormento y confesó su delito, que era ser cuatrero, que es ser ladrón de bestias, y por haber confesado le condenaron por seis años a galeras, amén de docientos azotes que ya lleva en las espaldas; y va siempre pensativo y triste porque los demás ladrones que allá quedan y aquí van le maltratan y aniquilan25 y escarnecen y tienen en poco, porque confesó y no tuvo ánimo de decir nones26. Porque dicen ellos que tantas letras tiene un nocomo un 27 y que harta ventura tiene un delincuente que está en su lengua su vida o su muerte28, y no en la de los testigos y probanzas; y para mí tengo que no van muy fuera de camino.
—Y yo lo entiendo así —respondió don Quijote.

Recuento del ejercicio que elaborarán: Un texto síntesis de la experiencia vivida en el encuentro. Saludos

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